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Mario Acevedo Acebedo, un escritor carmelitano en la inmanencia de lo desconocido.


De Mario, con toda certeza podemos decir que es más lo que desconocemos de él que lo que sabemos, quienes lo recuerdan, parten por un lado por nombrarlo sin duda a partir de su relación con “La Carreta de Leer”, un programa de promoción de lectura local que nace en el año 1995 y del que Mario, su impulsor más comprometido, sigue siendo el personaje más recordado de este proceso y de su tiempo como voluntario en la Biblioteca Pública Municipal Jesús Antonio Arango Gallo, y por el otro, como el escritor que durante muchos años fue guardando sus escritos seducido por la resistencia a publicarlos y que gracias a la terquedad de algunos de sus sobrinos, en especial por Oscar Fernando Arango Acevedo, logró salir a la luz de la sombra una parte de su poemario “Balastros” (2019). 


Para muchos, quienes aún no lo conocen, seguro les resulta insólito tanto su nombre como su poesía, e incluso, para quienes lo conocimos, entre su familia y amigos, vemos en él una persona silenciosa, reservada y un poco introspectiva, casi al punto de conocer apenas su potente escritura en una publicación de su poesía hace tan solo un par de años y que refleja claramente el carácter de su personalidad.


No obstante, habrá que decir y seguro coincidimos muchos, en recordar a Mario como alguien que vivió la literatura como una necesidad no sólo fisiológica sino ontológica, alguien en el que su relación con ella no se basaba ni como testimonio de sus acontecimientos ni como una presunción de hombre instruido, sino como un acto de goce y dignidad, como su modo de ser, su lugar de encuentro, como medio para afirmarse en la vida y un modo de ejercer su libertad.


Así es, Mario Acevedo Acebedo es un escritor carmelitano en la inmanencia de lo desconocido, sólo ahora apenas nos estamos acercando a él, al descubrimiento de su escritura. Hasta ahora empezamos apenas a reconocer al poeta lateral carmelitano, atípico, fugaz e intentamos acercarnos a su cosmovisión, a su paisaje literario. 


Cómo interpretar o leer su poesía, cuál es su hermenéutica escondida, sus puntos cardinales, qué decir de su escritura. No sabemos mucho en el tema, pero nos alcanza para decir con nuestros primeros acercamientos al leer Balastros, que encontramos un escrito hecho de grandes experiencias reveladoras, de un interés poético que revela y descubre la realidad en su propio núcleo. Un poemario liviano, ligero, cargado de expresión, espontaneidad y misterio, que a partir de la perplejidad del instante y la experiencia con él, revela no ya razones sino sentidos que socavan la hondura de su pensamiento interior. Ver y tomar todas las cosas según son, poesía hecha y vivida desde la intuición, la contemplación de “lento viajero”, del ver cómo los acontecimientos lo llaman de adentro, desde una voz otra, tal vez ajena, “estos escritos no son míos, yo los recojo de la memoria del viento, del aire, de la sangre, no respondo por ellos”.


Sus temas de abordaje: la muerte, la vida, los pájaros, las flores, entre otros, no son más que un leve pretexto para descifrar el carácter poético de nuestra vida, su oscuridad visible y para transportar a través de la glorificación de lo minúsculo, de la simplicidad, la riqueza del vacío, una idea de carácter moral hasta el corazón del lector.


Cómo preguntarnos si los pájaros, los árboles y las flores piensan en la muerte si ni siquiera saben que están vivos;



3

“... 

la muerte

solo existe en la memoria

como algo premonitorio

 …”



19

Al árbol muerto

solo le queda respirar

por la hierba que anida

en lo hondo de su herida.



24

que un día

me llamarán de adentro


E iré


Entonces, lejano,

abandonaré esta forma

implosión.” 



26

“...

¿Qué

o a quién

llevará tras de sí

en la última mirada

el que muere?

..."



27

 “Entonces, un día

nos vamos

de nosotros mismos

a bordo del último sol,

,...”. 



34

“...

el pájaro sabe su presente

e ignora el del niño y la piedra,

sabe que no muere

porque no sabe si vive

…”



Hay en todos estos poemas y habría que hablar de los otros, una insinuación de convertir lo abstracto en sentimiento, de abrir un nuevo cielo después de la muerte a través de preguntas que permitirán conocer su naturaleza y de hacer del instante una experiencia atemporal, enseñándonos que las respuestas que obtenemos de la naturaleza, la mayor parte del tiempo radican en cómo hacemos las preguntas.


Poesía satori, de experiencia mística, de implosión, de despersonalización, de un “yo” profundo, que ya alejado del orgullo, la vanidad, la obsesión, la susceptibilidad y la excesiva animosidad, se descubre y existe en el presente, en la contemplación, que se hace y escribe con los sentidos, contemplativo con el tacto, la mirada, el gusto y el olfato, y en la que vemos que no solo está compuesta de palabras sino también de silencios, pequeños espacios con los que se percibe el relieve de intensidades que no solo hacen legibles sino también visibles sus sentidos.


No queríamos pasar por alto este día, no obstante es solamente un posible reflejo espontáneo de su proyección literaria, con el que desde ya nos declaramos en deuda, una excusa para recordar a Mario y una pequeña aproximación liviana, ligera a Balastros. No quisimos caer en el afán de sucumbir a un tipo de «delirio conmemorativo», sin embargo, como amigos, admiradores de su poesía, queremos aprovechar la oportunidad para recordarlo como el escritor y como el poeta que es.


Yeison Castro Trujillo

Vigía del patrimonio, El Carmen de Viboral




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