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Imágenes momentáneas: una mirada al oficio ceramista de El Carmen de Viboral.


“La cerámica es ciencia, es arte, pero sobre todo es sentimiento”

Enrique Montoya Ramírez, ceramista carmelitano


Este escrito desatiende la necesidad de explicar la historia, presentar personajes o el orden de los sucesos. Pero su base se encuentra allí: en la suma expresiva de experiencias humanas que permitieron que el oficio de la cerámica de El Carmen de Viboral sea lo que es.


Hablar del oficio ceramista es hablar de la historia de hombres y mujeres forjadores de tradición, a su vez, significa hablar de la historia de una época: del pasado concreto y de un presente cuyas formas están por ser comprendidas. Esta es pues una aproximación a la identificación de rasgos esenciales del oficio ceramista y de su importancia e influencia en el orden local como elemento orientador de la construcción identitaria del pueblo.


I


El Carmen de Viboral es uno de los centros de producción artesanal cerámica más representativos del país. Desde finales del siglo XIX miles de manos han dado forma a un oficio que expresa rasgos particulares de la identidad municipal. Sin embargo, también es una muestra de la contribución de las artesanas y los artesanos carmelitanos a la cultura del país. Una cultura que se manifiesta en la diversidad creativa, la capacidad de producción y adaptación en respuesta a condiciones geográficas, ambientales y sociales del territorio.


El oficio ceramista en El Carmen presenta peculiaridades en su desarrollo histórico y en su expresión estilística que lo hace destacar en el panorama nacional. Surge en un medio que, si bien tiene antecedentes de producción de cerámica indígena, hasta hoy, no tenemos pruebas de que exista una línea clara de continuidad frente a estos desarrollos previos y los actuales más allá de la relación frente al aprovechamiento de materias primas locales. La expresión actual de la cerámica de El Carmen, puede caracterizarse como proveniente de un impulso de carácter económico-empresarial en una época influida por el crecimiento de la incipiente industria colombiana.


La instalación y desarrollo del oficio ceramista en El Carmen pasa por considerar una serie de influencias complementarias: (1) los antecedentes de producción de cerámica en el Oriente Antioqueño en la segunda mitad del siglo XIX en los municipios de Rionegro, Vahos y El Santuario, (2) la fundación de Cerámica Antioqueña en el municipio de Caldas, (3) la llegada al municipio de personas con conocimiento técnicos del proceso productivo y (4) la riqueza natural del territorio carmelitano que puso a disposición arcillas, minerales (cuarzo, feldespato y caolines), fuentes de agua para generar la fuerza hidráulica y el funcionamiento mecánico de los talleres y bosques maderables que operaron como combustible para el funcionamiento de los hornos.


Durante la mayor parte del siglo XX, el oficio se desarrolló en un escenario que combinó aspectos de la producción “industrial” con una marcada orientación artesanal, en razón del carácter otorgado a los objetos. En su trasegar, la cerámica se consolidó como un medio de expresión artístico y de la cultura local a través del ejercicio de la decoración: un elemento diferenciador que implica una toma de posición frente a la cultura moderna, toda vez que dota de cualidades especiales a los objetos y da apertura a que trasciendan la frontera de lo efímero: aquello que se consume y se desecha.


Por el contrario, parte de lo que sustenta la decoración es la relación y el protagonismo que otorga a los impulsos orgánicos de la creación manual donde todo no es uniforme, exacto, o medible y en su lugar lleva presente la impronta de la personalidad humana: de tiempos y ritmos personales e irregulares y de una expresividad idiosincrática que a partir de la experiencia de vida de sus creadoras y creadores habla de un espacio concreto: de su historia, paisajes, jardines, etc. Así pues, la cerámica adquiere valor, no solamente en lo estético, artístico y utilitario, sino también por el aporte en la representación cultural local, a la memoria, al legado de las generaciones pasadas y a la historia de decenas de familias que durante años se han relacionado con el oficio.


II


Resulta imposible concebir el estado actual del oficio sin la manera como los primeros ceramistas comenzaron a dar forma al mundo conocido. Solo en el saber colectivo, en el cual se han sumado en el tiempo y el espacio múltiples saberes individuales alrededor de unas técnicas, de unas formas que siguen transitando hacia su madurez, se puede hablar de la existencia de una cultura ceramista local.


En este sentido, la historia no es solo una memoria que conserva: es una memoria que renace para sustentar una forma de vida, para perfeccionar un oficio desde las raíces populares que se aferran al sentido comunitario de construir con los otros en el acto de reconocerlo como lleno de significado y expresión, hecho que lo convierte en factor de identidad y de pertenencia.


La continua y renovada cadena de aprendices, artesanos, maestros que desempeñan el oficio ceramista, revela el entramado de iniciación hacia el eterno y siempre inacabado proceso de adquisición de habilidades y su perfeccionamiento en cualquiera de las múltiples dimensiones del saber artesanal.


Esencialmente, la cerámica es el proceso de muchos pequeños procesos, por lo tanto, es la suma del desarrollo de muchos oficios: la fabricación de moldes, el forjado, torneado o vaciado de las piezas, el proceso de lavado y pulido, la decoración, el esmaltado, el horneado, entre otros.


Esta forma de arte implica establecer un diálogo estrecho, día a día, con las herramientas y las materias primas; requiere conocer las propiedades de arcillas de cualidades diferentes, de los colores, de los esmaltes y su punto de fusión, de las reacciones al conjugar todos los elementos, de la elección de temperaturas y los modos de cocción adecuados. Este saber proviene de la capacidad del artesano para conocer su medio, de aplicar lo recomendado y lo aprendido, pero especialmente, de no dejar de interpretar su experiencia de vida, su experiencia artesanal.


Dedicarse al oficio ceramista (pero en general a la labor artesanal) equivale a no dejarse inhibir por el método y la técnica. Esta condición es más próxima a la reformulación constante de los problemas: la rotura o desgaste de los moldes, el craquelado de las piezas por una mala formulación de la pasta, la preparación de un esmalte, el grado de temperatura de una quema… y pone de manifiesto que el conocimiento cabal de una forma de hacer, puede llevar toda una vida.



Ese es el reflejo de la «experiencia artesanal»: el momento en que el pasado influye en el presente, lo afecta y define la capacidad de abordar futuras experiencias donde el conocimiento previo es puesto a prueba.


Un plato, un pocillo, una matera, un salero o cualquier pieza producida en El Carmen es síntesis de los esfuerzos pasados y presentes, es resultado de un patrón cultural de producción, de una mirada estética específica, de la paciencia de artesanas y artesanos que en su relación con la arcilla la transforman en algo especial, una forma que encierra contenidos artísticos y sociales. Ese objeto refleja los cambios de una época, del oficio mismo y su avance en el desarrollo de la técnica y su apropiación histórica. En este sentido, la cerámica carmelitana es una representación significativa de la cultura popular; de más de 120 años de ensayos, de formular, probar, adaptar, cambiar y permanecer.


III


El oficio ceramista de El Carmen de Viboral, ha florecido durante las últimas décadas de la mano de la decoración. Esta estabilización y profundización técnica y estilística es relativamente reciente. Entre las décadas de 1970 y 1990 el oficio sufrió una crisis sin precedentes que se extendió de forma agónica hasta provocar el cierre de casi todas las fábricas y talleres existentes. Ese contexto de crisis generó diversas acciones en un intento por generar condiciones de sostenibilidad del oficio entre las que se cuentan: la diversificación de la producción, innovaciones en diseño, trabajo con barro de una sola quema y el énfasis de la decoración bajo esmalte.


El cambio de siglo trajo intentos de resurgimiento y formalización empresarial del oficio; si bien los hornos se apagaron el fuego no se extinguió. El oficio se sustentó de la mano de pequeñas unidades productivas de tipo familiar: talleres caseros encabezados principalmente por las artesanas y los artesanos más antiguos. Durante esta nueva etapa el camino a seguir era claro: hablar de cerámica carmelitana era hacerlo de cerámica utilitaria decorada a mano.


Actualmente esta técnica, aunque no comprende la totalidad de las expresiones artesanales del municipio, vale para otorgarle un amplio reconocimiento más allá del plano nacional. La decoración de motivos florales se ha convertido en una impronta inconfundible incluso con relación a los demás escenarios de producción cerámica del país a la vez que resalta como una expresión auténtica de la región y que dialoga con la biodiversidad local.


La cerámica carmelitana constituye el segmento material de una cultura que no se reduce al simple objeto y que combina lo funcional-utilitario con lo artístico. De esta manera y en relación con el valor que le otorga la decoración a mano, su utilidad no está encasillada como mero objeto de contemplación estética (de colección o exposición) y, por el contrario, conserva la utilidad que define su propósito y modo de uso.


Sus características estéticas personifican solo una dimensión del sistema del objeto en general, pero si es el punto de referencia más notable para hablar de las representaciones compartidas de la cultura local y lo que la define como única dentro del estilo artesanal carmelitano, o sea, es un factor que denota identidad y pertenencia.


El oficio de la decoración sentó bases para la afirmación y el desarrollo de las distintas expresiones culturales del municipio por medio de la cerámica, e indirectamente permite pensar la cuestión de la identidad como un proyecto reflexivo que recoge una narrativa de la historia (pasada y presente) capaz de sintetizar los sentidos de una tradición susceptible de una constante re-significación.


IV


Actualmente, parte del sector artesanal de la cerámica de El Carmen de Viboral y la ciudadanía trabajan por la inclusión de la cerámica en la Lista Representativa de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Nación. Una oportunidad para actualizar la relación con el pasado del oficio y ampliar la comprensión de esta manifestación cultural, además de fortalecer la discusión sobre la posibilidad de argumentar su valor y formas de expresión patrimonial.


Es necesario abrir las discusiones acerca del complejo sistema de símbolos de identidad que el pueblo crea o preserva a través del tiempo alrededor de la cerámica. Hacer notar que el patrimonio no reposa en los museos: es algo más amplio, diverso y vital que incluye los patrones culturales que se han ido formando y que identifican a una comunidad humana como poseedora de una identidad específica.


Esta conservación no significa cerrar las puertas a la modernización. Significa entender que hay que enfrentar desafíos en el futuro, un futuro que puede ser ahora y que debe pasar por atender las particularidades del oficio en la localidad.


La cerámica carmelitana es una expresión cultural diversa; evidentemente tiene matices que permiten establecer diferencias alrededor de variables como las técnicas o la implementación de procesos distintos en su cadena de valor. En este punto, se ha hecho notable la pretensión de establecer una diferenciación entre cerámica tradicional y cerámica contemporánea, que pasa por alto la matriz del surgimiento de ambas: que se sustentan en las raíces de un legado compartido con todas las personas que cimentaron la tradición.


La antigua tensión tradición–modernidad se refleja cuando los defensores de la primera sienten que otros se apropiaran de algo que fundamentaron, mientras los segundos piensan que los otros obstaculizan el progreso, el avance hacia nuevas formas. Mientras tanto ninguno reemplaza al otro y ambos siguen creando, construyendo y conservando el mismo mundo de orientación artesanal.


De fondo, existe una diferencia significativa: el grupo de hacedores de cerámica contemporánea es el pilar del oficio y de la cultura artesanal en el futuro. En esta medida, para ambos es importante poner en relación sus contenidos como medida para el fortalecimiento y las posibilidades de la cerámica a largo plazo. Para tal fin, es necesario establecer cambios en las bases sobre las cuales interactúan unos y otros en aras de la legitimación del sector y del oficio.


Así, el pasado se convierte en presente y el oficio se ve influenciado por ideas distintas que incorporan nuevos ritmos y posibilidades al oficio y, sin embargo, como dijo Octavio Paz, “transcurre con los días, fluye con nosotros, se gasta poco a poco, no busca a la muerte ni la niega: la acepta. Entre el tiempo acelerado de la técnica, la artesanía es el latido del tiempo humano”.


Julián González Ríos

Sociólogo, escritor invitado.

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