
Nuestra primera aproximación a la idea de un museo puede encontrarse tan cerca como la contemplación de las experiencias cotidianas. Cada día atravesamos y organizamos lugares, hacemos recorridos de los espacios, todo a nuestro alrededor: nuestra casa, nuestro pueblo, es un museo ya que mucho de lo que nos rodea nos acerca a nuestro pasado. La contemplación detenida solo esboza con cuánta sutil complejidad se esbozan los relatos cotidianos.
En los museos, así como en la vida cotidiana de un pueblo con un valioso patrimonio cultural yacen tesoros que trascienden el mero valor material; son testigos silenciosos de épocas pasadas, portadores de historias entrelazadas con la esencia misma de la humanidad.
Somos testigos de lugares donde los objetos y los símbolos se distribuyen en relaciones de coexistencia. En las diversas definiciones sobre la interpretación del patrimonio, el factor común es lo que hace la interpretación (relación de visitantes y recursos, generación de significados, concientización en la conservación del patrimonio) y se vincula a contextos educativos.
En este sentido, un pueblo tradicional como el Carmen de Viboral, a veces parece un museo en sí, pues cada lugar que resiste a través del tiempo, tienen toda esa historia reflejada en sus estancias, conocidas por muchos locales y acogedoras para los visitantes, estos lugares tienen sus propios invitados, una comunidad carmelitana que vio el pueblo crecer y desarrollarse en sentido económico, cultural y social.
Más allá de lo ornamental que caracteriza a El Carmen de Viboral, tiene en su inventario de exhibición y de esa esencia patrimonial, sus plantas endémicas, la diversidad de aves y especies identificadas, todo un ecosistema biodiverso. El sentido patrimonial carmelitano está en todas aquellas cosas que podríamos exhibir en un museo, desde la poesía, la música, los instrumentos, las historias, algunas atravesadas por el dolor y otras por la alegría, las calles y las formas en que las recorremos.
Así pues, los museos no solo son guardianes del pasado, sino también arquitectos del futuro, comprometidos con la preservación y difusión de nuestra identidad cultural en un mundo en constante evolución. ¿Y si nos sumamos a esta misión? ¿Y si, a través de la reflexión y la acción, contribuimos a garantizar un legado perdurable para las generaciones venideras?.
Luisa Arrieta Vargas
Vigía del Patrimonio, El Carmen de Viboral
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