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Carta abierta desde el cañón del Río Melcocho

Tanto vivir entre piedras,

Yo creí que conversaban.

Voces no he sentido nunca,

Pero el alma no me engaña.


Algún algo han detener

Aunque parezcan calladas.

No en vano ha llenado dios

De secretos la montaña.

Algo se dicen las piedras.

A mí no me engañe el alma.


Temblor, sombra o qué sé yo,

Igual que si conversaran.

Ah, malaya pudiera un día

Vivir así, sin palabras.


Atahualpa Yupanqui - Las Piedras


Imaginen una línea sinuosa de arcos, redondeces y formas, de curvas, declives y marcados relieves. Es un valle entre montañas, rodeado de cerros, con cañones en su interior, un paraje entre colinas, un pacífico rincón del mundo que esconde en su interior una tierra vasta y frondosa, de arboledas y encimadas, de aguas cristalinas, de bosques seculares, de extensos senderos, cálidas moradas y sin tocar la tierra, elevadas y blancas nubes.


Así es, este es el cañón del Melcocho, un jardín absolutamente natural, un bosque húmedo tropical, una tierra mágica de grandes paisajes, de especiales caminos, atajos, barrancos, arboledas y fuentes. Observen el paisaje, el río, los arroyos, el morro, el cerro, toda la cordillera, sus colinas verdes, sus gentes. En la actualidad integramos lo que desde 2015 se denomina la Reserva Forestal Protectora Regional (RFPR) de los Cañones de los Ríos Melcocho y Santo Domingo, un ecosistema estratégico, el más extenso en el área del altiplano, un corredor boscoso de relevancia regional de veintisiete regiones biogeográficas y seis ecosistemas inmersos en diversas zonas de vida donde sobreviven un sinnúmero de especies endémicas que corresponden con la alta diversidad de especies de flora y de fauna.


Nosotros, la comunidad que también ha asumido convertir el cañón del Melcocho como su refugio, hoy estamos aquí, intentando meditar cómo dirigirnos a ustedes; al municipio, a la Corporación Autónoma Regional, al país y al mundo, cómo convocar un espacio abierto de conversación y escucha profunda sobre la realidad que vivencia en la actualidad el cañón del Melcocho.


Nosotros, la comunidad que decidió resistir y permanecer, la que decidió retornar después de su expulsión, y quienes hemos asumido como una misión mítica, como vocación de vida la de desafiar la realidad, convivir, significar y resistir lo que representa este territorio para nosotros, quisiéramos a través de estas palabras por fin ser escuchados. Ya son muchos los años en los que hemos y seguimos guardando silencio para sobrevivir y tener la oportunidad de recobrar lo perdido. Sin embargo, hoy quisiéramos transgredir al menos un poco los códigos del silencio de lo que se quiere evitar hablar, y nos vamos a obligar por ahora a expresarnos a través de este escrito.


No es un secreto que la historia reciente de las personas que habitamos el cañón del Melcocho ha sido un permanente proceso de reconstrucción de vida, y de que ha sido justamente la unidad la que nos ha permitido permanecer y fortalecernos; estamos y seguimos juntos porque compartimos la misma cicatriz, compartimos un relato común, no solo como comunidades, sino también como territorio, el conflicto armado marcó todas las dimensiones de nuestra vida cotidiana. En este sentido, también expresamos que no pensamos en el cañón del Melcocho solo como un actor pasivo de las acciones de los seres que lo hemos habitado, solo como aquel espacio contenedor de los dolores de las personas que en él vivimos un conflicto, sino también como un actor más igualmente violentado, y como el principal motivo de esa confrontación armada que nos ha tocado padecer y lamentablemente creemos aún prevalece.


No obstante, el cañón del Melcocho a su vez es un entorno biocultural en el que hacemos y nos consideramos como parte de su ropaje natural, a la vez que él nos ha acogido con su hospitalidad. Somos parte de su geografía subyacente, parte de su alma y de su cortejo de fuerzas y mundo circundante, de su fusión afectiva vital. Admitimos sin dificultad nuestra naturaleza geográfica, somos un pueblo de montaña, montañeros del cañón del Melcocho, a él pertenecemos y a su tierra apacible nos debemos, es por eso que persistimos.


¿Qué significa rehabitar el cañón del Melcocho? Esta tierra es, para cada uno de nosotros, la posibilidad de nosotros mismos, y hemos retornado claramente en la posibilidad de dignificar este legado. Nada más complejo que “volver” al lugar donde se fue violentado.


¿Cómo decir sin necesidad de explicar de más? ¿Cómo transmitir nuestra voz escondida? ¿Cómo hacer epistemología del daño y de las fracturas que aún seguimos padeciendo sin ponernos en riesgo? La guerra está llena de cotidianidades que se hacen invisibles; hay muchas maneras para vaciar o sacar a alguien de sus lugares, violencias que no solo se dan en el orden de lo material, sino también en sus dimensiones simbólicas y afectivas.


En nuestro caso, nosotros asumimos el proceso de Reserva Forestal Protectora como la respuesta a una apuesta de “reparación” no solo con nosotros sus pobladores, sino también con el territorio mismo, el municipio y la región. Este es el reto de la reconstrucción y de convivencia que requiere el cañón del Melcocho, un proceso dirigido a recuperar, proteger y garantizar la continuidad de la vida de un ecosistema sumamente particular; la oportunidad de mediar a través de ella los patrones inadecuados de ocupación, distribución y uso del territorio y la construcción de iniciativas de paz y buen vivir en armonía con el entorno. Sanar las heridas del territorio es parte también de sanar la herida que el conflicto armado le ha causado al país.


Sobre los actuales episodios que están ocurriendo hoy en el cañón del Melcocho y que no en vano simultáneamente también ocurren en el Santo Domingo, no quisiéramos ponerle filtros a la cruel realidad que estamos afrontando, somos muchos quienes consideramos que estamos ante el comienzo del fin del derrumbamiento de un proyecto social llamado Reserva Forestal Protectora y en el que justamente lo que está en juego y se está debatiendo ahora, es su futuro potencial. Una serie de acontecimientos que no solo amenazan al territorio, sino el latente exilio de sus comunidades.


Estamos ante un proyecto ideológico de despojo que exacerba la marginación y consolida la explotación estructural del territorio y sus comunidades, la secuencia de un ciclo que se repite, sumado a la disolución silenciosa de la responsabilidad estatal en una cadena de acciones en las que el funcionamiento parcial de las entidades y su falta de prevención, investigación y sanción, facilita su consolidación y normaliza los contextos de desprotección, estigmatización y de desvalorización de la dignidad de las comunidades sometiendolas a un estado de indefensión.


Un proceso social que apuesta por el bienestar de una comunidad no puede ser violento y menos irregular, no se puede forjar en la ilegitimidad y en una oprobiosa impunidad conducente a la desarticulación y polarización de sus comunidades y la erosión de sus organizaciones sociales y mucho menos al uso político del sufrimiento y de poblaciones vulnerables como herramienta y argumento para su sustentación. ¿Cómo encontrar mecanismos para no solo entender y definir la responsabilidad de los actos sino las consecuencias sociales de los mismos? Se hace necesario romper con las justificaciones simples y profundizar su valoración moral, a la vez que se debe hacer de su reconocimiento un camino de recuperación colectiva, la sola ausencia de la comprensión de las implicaciones, del entendimiento de las consecuencias de las acciones se sigue perpetuando como una acción que hiere, impide y deforma, lo que ya se ha logrado como territorio, como comunidad y como Reserva Forestal Protectora.


Quienes respaldamos este pronunciamiento, aclaramos que no existe ninguna lógica de oposición y ninguno de nosotros nos asumimos como adversarios a las iniciativas que se viene promoviendo, como confusa y reiteradamente lo han interpretado no sólo las instituciones, sino algunos medios de comunicación y de periodismo irresponsables. Somos una comunidad de hermanos y reafirmamos nuestro respaldo a toda iniciativa que favorezca el bienestar de los pobladores del cañón del Melcocho, es seguro que nadie se quiere negar y menos oponer a la mejora de las condiciones sociales de una comunidad.


No obstante, reiteramos que la identidad colectiva de los pobladores del cañón del Melcocho está ligada al territorio y su naturaleza hace parte central de nuestras vidas; el Melcocho no es solo un paisaje, es la fuente de vida y de la relación y la identidad profunda de nuestro mundo campesino. La apuesta social, en la que hemos estado comprometidos como es la Reserva Forestal Protectora, nos invita y exige considerar proyectar de manera rigurosa y crítica su devenir, en el que hemos comprendido que tenemos que reinventar nuestro modelo de articulación y convivencia entre nosotros mismos y el territorio.


Una iniciativa como el de apertura vial en las condiciones como el que se viene imponiendo, necesariamente implica como consecuencia un cambio en la relación con la naturaleza y nuestros modos de habitarla, esto es solo el preámbulo a la pérdida de control ya no solo en la gestión de una reserva, su administración y su circulación, sino a la transformación de nuestros modos de ocuparla, lo que desde ahora predecimos, y hablando ya desde nuestras propias experiencias y antecedentes, no solo el proceso de la actividad turística será desbordado, sino que a su vez se aumentará aceleradamente la especulación en la tenencia de la tierra, la atomización predial y el asentamiento informal de diferentes proyectos de servicios y de parcelas de recreo, por no decir de más en la implementación de procesos relacionados, que no obstante ya padecemos, con proyectos extractivos y economías ilegales para el territorio y con ello, la afectación a través de nuevas expresiones de violencia, y de una crisis humanitaria y ecológica que no podrá soportar nuevamente el cañón del Melcocho y sus comunidades. ¿Quién lo va a impedir?


Lo que se debe analizar en estos momentos y el real debate al que aquí se está haciendo apertura no es el de la ampliación sólo de un camino, sino la discusión y replanteamiento del modelo de desarrollo y gestión de territorio que va a tener el cañón del Melcocho. ¿Cómo vamos a diseñar y gestionar la producción del espacio mismo en el cañón después de este episodio? ¿Cuáles serán los códigos y formas de relación con el entorno? ¿Será necesario pedir permiso para futuras actuaciones después de esto? ¿Cómo podrá seguir “desarrollándose” el Melcocho? Invitamos a las entidades correspondientes a analizar con mayor juicio y sensatez qué es lo que se discute entonces aquí, qué se esconde y qué se puede desencadenar tras esta “aparente” y “necesaria” iniciativa.


Lo que está hoy en disputa no es solo la ampliación de un camino, que consideramos es viable en la medida que fuese el efecto de un ejercicio profundo de análisis de lo que representa para el cañón del Melcocho, no solo en su formalidad, hablando de sus estudios de impacto y demás procedimientos técnicos como se menciona, sino y más importante también en el análisis de las oportunidades y amenazas que trae consigo no solo sus causas sino especialmente sus efectos respecto a la integralidad con la que consideramos requiere pensarse el territorio.


Sigue siendo desafortunado que para el caso del cañón del Melcocho la ley siempre llegué después de su realidad, como comunidades siempre hemos estado expuestos no solo a tratar de organizarnos para mediar en los efectos de las decisiones ya tomadas que se dan sobre estos territorios. En la actualidad seguimos haciendo grandes esfuerzos, hoy fracturados, por tratar de resolver y organizarnos ante la determinación mediática que se hizo de promover un territorio como “exótico” sin estar preparados ni social ni formalmente. Fruto de este proceso, es como venimos gestionando con el acompañamiento de la Corporación Autónoma Regional el proceso del Centro de Atención y de Información Ambiental -CAICA-, que ya cumple cerca de cinco años, y en el que más allá de un espacio de control y “vigilancia” de una zona geográfica como lo acusan quienes lo desconocen, ha procurado consolidarse como una plataforma de colaboración y gestión conjunta de un territorio que reconocido como reserva forestal protectora cuenta a su vez con configuraciones sociales específicas, y en razón de esto intenta desde una gestión comunitaria consolidar la implementación de un programa de gestión estratégica territorial del cañón del Melcocho.


¿Acaso olvidamos las razones por las cuales se dio la creación de la Reserva Forestal Protectora, y obviamos que fue a raíz de un proceso en respuesta al establecimiento de iniciativas de explotación minera que se dio la misma? ¿Hemos olvidado que existen licencias aún activas para la extracción de materiales de construcción, así como de la extracción de minerales de cobre, molibdeno, oro, plata, platino, paladio, rutenio, rodio, osmio, plomo y zinc y sus diferentes derivados? El único impedimento para que este territorio ahora no fuese una gran cantera erosionada de extracción de minerales, o de un numeroso asentamiento de pequeñas centrales hidroeléctricas particulares ha sido la permanencia de su comunidad.


Y como comunidad, somos de quienes seguimos considerando que una real y participativa planificación estratégica del territorio y del turismo en el cañón del Melcocho, si es bien enfocada, puede contribuir positivamente a la preservación del patrimonio, el desarrollo económico y la creación de empleo, a la regeneración física del cañón, al fortalecimiento y diversificación de novedosos productos turísticos, la permanencia de la población local, a la mejora de sus condiciones, y al desarrollo de un entendimiento cultural, así como externalidades para la economía local.


Así las cosas, no sobra insistir entonces en que, para la consecución de todo esto, sabemos que la participación de la comunidad local es la clave principal, y que, a la hora de hablar de desarrollo, cuidado y protección del patrimonio cultural, en todas sus expresiones, tanto el natural, arqueológico (factor que aún se ha querido ignorar en el territorio, pero con especiales evidencias) y memorístico, deben reconocerse que los únicos que están en capacidad de hacerlo efectiva y responsablemente, somos nosotros, la comunidad. Claro está, asegurando y garantizando su adecuada protección en el marco de la correspondiente legislación, y bajo la tutela del estado y las autoridades regionales, como esperamos ocurra y las Juntas de Acción Comunal que son las que nos representan y así mismo representamos.


Actualmente y ahora más que nunca, debido a las grandes perturbaciones que afectan al cañón del melcocho y la región, se hace prioritario evitar ampliar la brecha existente entre la institucionalidad y la comunidad sobre sus acuerdos comunes, y conviene mejor no alimentar iniciativas que extiendan el imaginario local de que la relación institucional con la comunidad solo se da a conveniencia de interés particulares o desde un relacionamiento vertical e inestable en el que solo se demandan obligaciones por parte de estas. Ahora más que nunca, se hace necesario ampliar las apuestas por la gobernanza, por fortalecer la confianza, y establecer diálogos más abiertos y directos sobre lo que ocurre y deberá ocurrir en los territorios.


La crisis del desarrollo rural que padecen entornos como los cañones del Melcocho y Santo Domingo no se debe en principio a la falta de carreteras, sino a situaciones multicausales que aún estamos a tiempo de resolver. Hay que voltear la mirada al abandono estatal e institucional en la gestión educativa, la asistencia técnica, la prestación de servicios como la salud que tanto se argumenta, en la falta de formalización de la tierra, y los escasos procesos de comercio de producción campesina.


Un territorio es una escritura por descifrar; el contorno de una orilla, las sinuosidades de un río, el perfil de una montaña, un territorio es un sentido que requiere dilucidar sus signos, enlazar la conciencia de los mismos a una experiencia viva del mundo de donde emergen y en el que encuentran sentido. Como comunidades del cañón del Melcocho nos resistimos a adaptarnos al desastre, y seguimos a la espera de que se produzca un régimen de verdad sobre lo que en su territorio y comunidades acontece, quiénes están tras sus iniciativas y por ende a quiénes favorecen las mismas, que al contrario potencialmente puede convertir a sus habitantes en poblaciones cada vez más vulnerables. Los caminos de salida y las soluciones pacíficas y de convivencia que requiere el cañón pasan por el reconocimiento de la verdad, solo así será posible reconstruir los lazos comunitarios que siempre nos han unido y que esperamos seguir fortaleciendo.


Queda por decir entonces que pensar el Melcocho implica planes, acompañamiento, disponibilidad de recursos y esfuerzos orientados hacia su empoderamiento, el cañón del Melcocho, y con esto nos referimos no solo al territorio sino también a su comunidades, requiere de instituciones que esten preparadas para la paz, entidades atentas, empáticas, generosas y responsables que le ayuden a regresar al Melcocho su convivencia, organizaciones que se acerquen a comprender y a sentir el territorio de forma orgánica, como lo asumimos sus comunidades, como un conjunto de brazos y flujos, como un latido propio, en donde antes que nada, allí encontramos los lugares de nuestra infancia, el entorno que nos atrae, la tierra que pisamos y trabajamos, el horizonte que ha estado siempre ante nuestros ojo, el paisaje, el río, los arroyos, el morro, el cerro, toda la cordillera, sus colinas verdes y sus insinuados caminos en los que hacemos nuestros desplazamientos cotidianos.


Hoy, y como históricamente lo hemos declarado, la comunidad del cañón del Melcoho se ha autodeterminado como un comunidad de paz, así lo hemos determinado como destino, e invitamos al gobierno nacional, a las entidades departamentales, regionales y municipales a vincular en sus agendas públicas los asuntos relacionados con la paz, por donde deberá pasar necesariamente la transformación y superación de los conflictos territoriales, de las condiciones de desigualdad y de exclusión de las comunidades.


Invitamos a toda la comunidad del cañón del Melcocho y a las entidades que tienen incidencia en este territorio a que con inteligencia y sensibilidad apostemos por edificar un contexto en el que podamos desarrollar la vida común y el buen vivir, a que consolidemos nuestra Reserva Forestal Protectora como un proceso cultural fundado en la escucha, en la ética pública y pensada con un enfoque restaurativo en el que se reconozca la diversidad, la protección y el respeto a la vida, el cuidado del otro y el territorio como objetivos supremos, que apueste al bienestar general como un esfuerzo decidido, que reconozca en el centro el respeto por la vida, la dignidad y el buen vivir para todos en los cañones y que favorezca la reconciliación y reconstrucción de la confianza entre ciudadanos y entre estos y sus instituciones.


Nos debemos como sociedad la posibilidad de avanzar en un examen crítico respecto al futuro que queremos y así mismo nos debemos para con el cañón del Melcocho, una oportunidad para reivindicar la legalidad, promover la convivencia y contribuir a la satisfacción de las necesidades del territorio. La Reserva Forestal Protectora es un profundo impulso institucional que si la acompañamos como un proceso riguroso, colectivo, seguramente aportará determinantemente a la transformación del territorio, y a la consolidación de nuevos los valores, principios y narrativas que aporten a nuevas formas de vivir en comunidad, a una nueva energía de transformación colectiva.


La reconfiguración territorial de esta zonas, la consolidación del bienestar de estas comunidades pasan claramente por la necesaria reconstrucción del tejido económico y social procurando movilizar sus capacidades y potencialidades endógenas, con gobernabilidad y autodesarrollo, ese es el camino sobre el cual consideramos debería haber aperturas para fortalecer como un ejercicio sistemático territorial la Reserva Forestal Protectora, con el fin de garantizar la sostenibilidad de los ecosistemas y la vida y como la respuesta más oportuna a las solicitudes y necesidades de seguridad, justicia, salud, educación y la infraestructura necesaria para una explotación económica productiva, pero sostenible.


Es por ello que solicitamos de manera urgente se adopten las medidas más apropiadas para garantizar la seguridad y la integridad de todos los pobladores del cañón del Melcocho, y exigimos como comunidad resistente a tantos eventos catastróficos que se incrustaron en la cotidianidad, a un compromiso por parte del gobierno nacional colombiano, representado también a través de sus instituciones, para otorgar plenas garantías a la labor de defensa de los derechos colectivos, de los derechos humanos, a que prime el interés general y asegurar la aplicación de garantías de no repetición, en un territorio que no solo es de los pobladores del cañón del Melcocho, sino de toda la humanidad.


Agradecemos a todos su disposición de poder escucharnos, cordialmente.


Ciudadanos pobladores de las comunidades del cañón del Río Melcocho.


7 de octubre de 2024, El Santuario.


Junta de Acción Comunal vereda El Porvenir y

Consejo Municipal de Paz, Reconciliación y Convivencia (COMPAZ)

del Municipio de El Carmen de Viboral

@compaz.elcarmen








1 Comment


Guest
Oct 09, 2024

excelente argumentación, el rio y quienes amamos la naturaleza queremos un territorio libre de mineria, libre de violencia y libre de contaminacion

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