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Biblioteca Carlos Jiménez Gómez: breve biografía por sus paisajes interiores.


Confieso que esta forma de iniciar, al menos en mi caso, es un poco inusual, pues parece partir de criterios tal vez un tanto volátiles y seguro, un poco personales. Aunque no me cabe duda, estoy segura de que quién se decida a acercarse a esta misma experiencia también sentirá esa misma extraña excitación inusual que a mí me produjo y esa necesaria responsabilidad personal de sentirse espontáneamente comprometido con lo que logra encontrarse.


¿Por dónde empezar? Creo que el principio está en los principios, lo primero que he de decir, y con esto expreso mi punto, es que estoy convencida de que los libros que recoge la recién inaugurada Biblioteca Carlos Jiménez Gómez proceden, sin lugar a dudas, todos ellos, de la biblioteca personal de una de las mentes colombianas más brillantes y progresistas del siglo XX. Y que, no obstante, siendo su biblioteca, mi forma singular de conocerle, de acercarme a él, reconozco en la misma, en sus libros, el reflejo sobre el cual me ha sido posible transitar por los paisajes interiores del pensamiento de Carlos Jiménez Gómez y de descifrar a través de ella, el fundamento de sus ideales y el modo tan original y profundo de actuar en base a los mismos.


Esta biblioteca es para mí, una de sus síntesis más próximas y la biografía más personal y cercana que considero puedo tener de él. Pensar que una sola persona haya tomado tales consideraciones, no solo hablando del universo de sus múltiples y plurales inquietudes, o la rareza y maravillas de sus colecciones, sino de la dedicación y los afectos de un hombre por la lectura y de su pasión por los libros, no deja de sorprender. Basta solo reparar algunos libros de la biblioteca para encontrar no solo en los libros en sí contenidos sorprendentes, sino de seguir el subrayado que dejó en muchos de ellos para seguirlo con los ojos y descubrir un nuevo texto, un nuevo hilo que desata, anuda y prolonga, a través de referencias a otros textos, o notas, pequeñas excursiones, huellas en los márgenes, entre líneas que seguidas una a una, se leen como un ensayo, agudo y articulado sobre ese libro. 


Un primer acercamiento de ésta pasaría por considerar las ciencias sociales, con enfoques particulares de sociología, economía y política. También está la literatura y la poesía, géneros con discursos que en principio cabría considerar separados, y que en efecto solo pueden ser el resultado de una pasión que se personifica y se consolida en la persona de Carlos Jiménez, inspiradora de actitudes fundamentales en su vida, dicho en sus palabras, como lo cuenta en su “Gran antología poética” en la que narra justamente que para consolidarla, solo tuvo que buscar entre sus más grandes amigos, sus libros, su biblioteca para hacerla. También encontramos una amplia sección de historia, con hechos, personajes, gestos y situaciones individuales y concretos de nuestros antepasados, como algunos de los temas que podrán encontrar aquellos a los que la curiosidad los lleve a visitar esta biblioteca, ubicada en el segundo piso de la Casa de la Cultura Sixto Arango Gallo en El Carmen de Viboral.


Justo algunos días antes de la Celebración del natalicio de Carlos Jiménez Gómez realizada por el Instituto de Cultura en el Concejo Municipal de El Carmen de Viboral en el año 2020, (https://transmisionww.facebook.com/ConcejoElCarmendeViboral/videos/342518980279916/) comencé a leer “Notas y ensayos: un intento de penetración al fenómeno antioqueño”. Desde las primeras páginas pude reconocer un ensayo sociológico maravillosamente condensado en una reflexión sumamente crítica, profunda y detallada de la Antioquia de su época. Toda la fuerza y grandeza de este, que considero el mejor de sus libros, se fundamenta en la maravillosa intimidad del sentimiento con que retrata una época, unas costumbres y un sitio determinado. Desde ese momento y hasta el día de hoy, resalto y admiro su aguda capacidad de observación y paralelamente su ingenio y sensibilidad estilística para formar, en mi opinión, la mejor descripción de la cultura con la que fue moldeada, no solo esta región, sino todo un país.


Luego, cuando el entusiasmo me llevó a participar en la catalogación de los libros donados por él para la conformación de esta biblioteca custodiada por el Instituto de Cultura, muy a mi sorpresa me encuentro con una biblioteca cultivada por más de 4000 ejemplares que albergan filosofía, ciencias sociales, literatura, historia y arte. No es casualidad encontrarnos con esto, ya que cuando me aventuré a conocer en extensión y profundidad su obra pasando por “Retrato de familia”, “Viejo y nuevo país” y “Campesino en la ciudad”, este último, el único poemario que le conozco hasta el día de hoy, me encontré el gran culto que en vida le rindió Carlos Jiménez a los poetas clásicos: Cicerón, Tácito, Tito Livio y Horacio. Es además imposible no advertir que la gran colección de ciencias sociales de aproximadamente 1500 ejemplares constituye en gran medida la esencia de su pensamiento.


Leer “Viejo y nuevo país” fue en gran medida un punto de referencia para entender la posesión de una colección de más de 1200 ejemplares de historia y geografía, que abarcan tanto la historia de América como Europa. Aparecen en este libro en medio de un paisaje descriptivo y en ocasiones narrativo, otras veces reflexivo con su total autonomía estilística, una visión íntegra de como el presente es solo un eco sutil pero persistente de nuestra historia.



Quisiera además mencionar, que estos libros poseen lo que para mí es el mejor ejemplo y quizás el modelo más puro de su infatigable búsqueda de la belleza: la exaltación de una manera ejemplar del legado de grandes escritores y artistas como Fernando González https://www.otraparte.org/fernando-gonzalez/vida/jimenez-carlos-1/, Carlos Castro Saavedra, Pedro Nel Gómez, Fernando Botero y Aníbal Gil https://icaa.mfah.org/s/es/item/1133317#?c=&m=&s=&cv=&xywh=-1938%2C-1%2C6074%2C3400. En ellos reflexiona sobre sus obras, los intérpretes, los receptores, las interpretaciones y el alcance de las reflexiones que cada uno desde su perspectiva estética planteó sobre la realidad. Si de algo estoy segura, es la capacidad de Carlos Jiménez de buscar la belleza a través de la realidad, de lo común, de lo cotidiano. Estaba convencido que todos estos artistas y escritores estaban consagrados a representar la naturaleza de su mundo cotidiano, sin rechazar ni menospreciar nada. Encontró en el “costumbrismo” (aquello que encarnan todos estos artistas) los pensamientos y representaciones más elevados.


En Fernando González hay el más fino observador. De sí mismo y de los demás, de los hechos de la historia, de los fenómenos de la naturaleza y del arte. Allí su sentido del teatro. Empieza por su capacidad de contemplarse como otro, en una objetivación de sí que le permite separar los antagonismos de su ser y de la sucesión de sus estados del alma.

Finalmente, y no por esto menos importante, me acerque a su basta producción en torno a sus años en la procuraduría: “Camino de la tragedia nacional”, “Frente al espejo de nuestra transición”, “Testigo del diluvio” y algunos de los “Documentos del procurador”. En estos libros me encontré con un hombre que concibe la literatura y la crónica de una forma muy particular: extrajo las enseñanzas de la vida y de su cargo y convirtió la escritura en su confesionario. Carlos Jiménez narra en estos libros de una forma detallada sus vivencias en la procuraduría; fue la suya una “procuraduría de opinión” que luego de muchos años convirtió en un universo literario y ensayístico fascinante, una colección enorme de historias que debelan su originalidad radical y sobre todo su posición ética y moral frente a las grandes y difíciles decisiones de su trabajo.


Carlos Jiménez Gómez es hoy (¿para qué negarlo?) poco más que un nombre. Sus libros y su persona han quedado fuertemente eclipsados por las profundas contradicciones de la cultura colombiana. Su obra parece oculta a los ojos de la conciencia presente, sin embargo, espero que estas cortas palabras, hayan servido para de forma resumida explicar por qué motivo, Carlos Jiménez, el gran olvidado - diría yo – es hoy, más que nunca, una figura de gran valor; y es que de todos los escritores él fue el mejor representante de una consciencia política con carácter humanista y de servicio a su nación, un espíritu universal que amaba muchas de las cosas que amamos: la poesía, la filosofía, los libros, las obras de arte, las lenguas, los pueblos. Lastimosamente Carlos Jiménez fue víctima de un mundo que no sabe escuchar y al que le asustan las confrontaciones y la honestidad. Pero si de algo estoy segura es que su rigor interior, la disciplina de su vida, los sacrificios que hizo, le permitirán gozar algún día de una luz muy propia y particular.


No hay que olvidar, por último, que esta biblioteca hoy abierta para el goce de todos los carmelitanos, no hubiera sido posible sin algunas personas que con su persistente esfuerzo nos permiten adentrarnos en este nuevo espacio testimonio del conocimiento. En primera instancia quisiera agradecer con profundo cariño a la familia Jiménez Posada y en especial a Marta María Jiménez Posada quienes mostraron un increíble entusiasmo en esta biblioteca. A la Administración Municipal “Más cerca, más oportunidades” y en especial al director del Instituto de Cultura Yeison Castro Trujillo a quien atribuyo -por su admirable tenacidad- la consolidación de esta biblioteca. A Francisco Arnoldo Betancur que, desplegó su ayuda de forma silenciosa y profunda. A Ana María Sánchez y Julián González Ríos quienes participaron en el proceso de catalogación y finalmente a Angélica Aguirre quien en los últimos meses se ha encargado de su organización y dinamización. Finalmente agradezco al maestro Aníbal Gil y a Hernando Llano que nos permitieron conocer a un Carlos mas cercano y profundo el día de la inauguración de la biblioteca.


Elizabeth Jiménez Gómez

Vigía del patrimonio, El Carmen de Viboral

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