Flaubert decía que “el recordar una determinada imagen no es sino echar de menos un determinado instante…” Pues bien, hoy echamos de menos un poeta, un escritor, un filósofo de las cosas simples, un pensador de la vida común y corriente, un dramaturgo. Hoy se cumplen 94 años del nacimiento de Carlos Jiménez Gómez cuya historia guarda una profunda paradoja: uno de los hombres más profundos y vigentes en su escritura, pero cubierto por el velo del olvido.
Las obras literarias, poéticas y teatrales de Carlos Jiménez Gómez no deberían leerse por una confidencialidad nacional, sino ante todo por el placer que producen en sí mismas y para tratar de entendernos y entender el mundo que nos rodea. En las páginas de sus obras, aún a años de distancia, todavía es posible sentir que pueden responder a nuestras preguntas y contextos de hoy y revelar así un precioso instrumento del conocimiento.
Compartimos con ustedes, dos especiales escritos sobre su persona, sobre su escritura, un homenaje a su memoria y a su amistad escritos por Hernando Zuluaga Castaño y Tito Abad Velásquez Giraldo respectivamente, revelan y nos recuerdan sus rasgos, su ser, y a que “su ademán no se pierda y para que la cátedra de su comportamiento no ruede a vacío”.

Un Carmelitano en los Anales de la Historia de la Procuraduría Nacional
Los anales de la historia de Colombia y en especial de las instituciones de relevancia nacional, plasmarán en sus páginas de cara a la actual y futuras generaciones los hitos marcados por la Procuraduría General de la Nación, en el cuatrienio 1982 – 1986, cuando estuvo al frente del Ministerio Público el emérito y siempre recordado carmelitano doctor Carlos Jiménez Gómez.
Su trayectoria, méritos y realizaciones, en el desempeño como juez de la República, escritor, poeta, catedrático, gobernador de Antioquia, litigante ampliamente reconocido y Procurador General de la Nación, demostraron su gran talante y capacidad de hombre estudioso, inteligente, preocupado por el país e íntegro en todo el sentido de la palabra.
Me referiré en estas breves líneas no a resaltar sus grandes aportes por todos los escenarios de su activa y fecunda participación, sino a dejar algunas pinceladas con ocasión de su labor al frente de la Procuraduría y en torno a ésta resaltar algunos de los ejes estructurales en la forma cómo concibió e implementó su gestión en orden a la defensa a ultranza de los derechos humanos y a acercar a la entidad al ciudadano del común de la mano del ejercicio de la actividad preventiva.
Hay que resaltar preliminarmente tal como lo anunció al país recién posesionado, que se proponía trazar una política. “Hay que ponerla a tono con los tiempos que corren. Me parece que hay que hacer una Procuraduría participante…” y agregaba: “Aquí todo el mundo es político, lo que pasa es que unos ejercen más que otros. La política me parece una de las grandes devociones de la inteligencia, pero la he cultivado (…) todos los días, con pasión de la buena, pero sin ir por los barrios ni meterse en las listas de corporaciones.” (El Espectador, 5 de septiembre de 1982, pág. 8 A. subrayas y negrilla fuera de texto).
Fue entonces como en su afán y gran propósito por hacer realidad el respeto a las garantías y defensa de los derechos humanos, como pilar fundamental de las funciones misionales de la Procuraduría General de la Nación que creó, en sus primeros años de gestión la “Oficina de Derechos Humanos” conformando un grupo especializado y asignándole funciones, la que posteriormente y con un sinnúmero de resultados positivos adquirió mayor entidad e impulsó con todo su vigor y dio origen a la “Procuraduría Delegada para la Defensa de los Derechos Humanos” como una de las Dependencias de alto nivel en la estructura orgánica del Ministerio Público, la que aún persiste pero con más robustez a tono con las exigencias, dando vida más tarde a otra similar, implementada en la reestructuración de la entidad hacia los años 90 y que desplegaría su accionar hacia el ámbito preventivo, aspecto éste, repito, que también lo avizoró el dr. Jiménez Gómez, relatado ampliamente en su obra “Una Procuraduría de Opinión”.
Otro de sus grandes propósitos - ya sugerido en el párrafo anterior y al inicio de este escrito- fue hacer de la entidad una Procuraduría participante, de comunión permanente con el ciudadano y más que de sanción, de prevención; por eso y guardando la coherencia que siempre lo caracterizó hizo énfasis desde su recién posesión cuando en declaraciones al periódico El Tiempo del 26 de septiembre de 1982 (pág. 2 B) afirmó que había que armar un país nuevo y precisó: “Porque creo que la defensa de los derechos ciudadanos, de los hombres sin voz, no se basta con una acción represiva y de vigilancia si no que necesita una proyección sobre las necesidades de contribuir al alumbramiento de la nación que todos estamos necesitando y esperando.” (sic.)
Y es que su conocimiento y visión del país contemplaban un panorama que aún transcurridos casi cuarenta años, en muy poco ha cambiado al día de hoy. En tal sentido lo afirmó al mismo matutino y en la misma entrevista antes citada: “Hemos tenido que convivir con el crimen atroz, con la sevicia, con la ferocidad, con la crueldad humana. El carácter extremo de la situación nos llevó a esta mentalidad de saqueo general, de caos, de asalto sobre todos los recursos de todo orden.” Y continúa: “No es cierto, sin embargo, que los casos horribles que han venido ocurriendo sean nuestra imagen, en el sentido de representarnos como país desenfrenado de salteadores y malandrines. No. Aquí hay grandes valores, grandes virtudes públicas y privadas.”
Por eso mismo, con su gran capacidad de análisis y de crítica, pero también con fundamentos sólidos y de suma ponderación, aseveró igualmente en el reportaje al que nos venimos refiriendo: “La mentalidad del país está cambiando con respecto a sus propias posibilidades y esto debe ser aprovechado. El país está necesitando un suscitador, una jefatura espiritual, una voz de gran audiencia, que le muestre los caminos de la recuperación, del clima psicológico para el trabajo honrado y creador”.
Pareciera como ya se dijo, que nos estuviera haciendo referencia a los hechos presentados recientemente en muchas partes de nuestra geografía y que nos deben hacer reflexionar y tomar en serio decisiones; pero también ha quedado claro su firme sentido patriótico y democrático. Por lo tanto, recalco una vez más, no obstante, las fallas o defectos presentados en su administración como es apenas natural, o las subidas de tono como era menester hablarle a ciertos personajes o instituciones que se consideraban poseer un “fuero especial”, la tarea que asumió y defendió con vehemencia el doctor Jiménez Gómez tuvo un marco de transparencia, rectitud, cumplimiento eficiente de las funciones, y, sobre todo, de hacer tomar conciencia de un cambio cultural con mejores proyecciones al futuro, no sólo de las instituciones sino, además, de la población en general.
Su paso por la Procuraduría y todo su legado tendrá que ser referente y servir de estímulo para los colombianos y para muchas de nuestras generaciones. La huella dejada en el discurrir de su vida y en particular en la Procuraduría General de la Nación (presentadas algunas en sus vastas obras impresas), nos debieran motivar a trabajar más en pro de los valores culturales y democráticos de nuestra nación, a hacer más efectivos y respetar tanto los derechos como los deberes consignados en nuestra Constitución. Él mismo quiso continuar aportándole al país cuando aspiró a la Constituyente que diera vida a la Carta Política del 91, pero la clase política y la ciudadanía no lo apoyó suficientemente y más bien se hicieron los sordos como era apenas de esperar. Es que para muchos de nuestros dirigentes el doctor Jiménez Gómez constituyó un obstáculo a las aspiraciones o ejercicio malintencionados de algunos y muchos no quisieron o no le entendieron; así que el país perdió una gran oportunidad para que una egregia persona que actuaba sin ambages y con sólidas y contundentes propuestas contribuyera a parar, o por lo menos a amortiguar, el despeñadero en que hoy nos encontramos.
Hernando Zuluaga Castaño.

Perfiles del ilustre Carlos Jiménez Gómez
Se me ha solicitado escribir una corta remembranza para enaltecer la obra y la memoria del emérito Carlos Jiménez Gómez y confieso que me quedé corto al responder, considerando que es una difícil tarea hablar de tan destacada eminencia como jurista y de su legado literario. En sobresalto, me vinieron a la mente las palabras del jurista y poeta, escritas en la nota final introductoria de su libro “Testigo del diluvio: Desde el arca de Noe (1999)”, en donde se lee: “Al fin y al cabo, a quien menos interesa que Jonás salga a contar cómo funciona por dentro la ballena es a la ballena” y me parecía que podía decir muchas cosas, porque en las lontananzas de mi memoria y después de haber hojeado muchas de sus obras y memorias y haber escuchado sus discursos y conferencias, cuando ocupó el cargo de Procurador General de la Nación, aún susurran como ecos, retazos de sus letras, de su prosa, de su poesía íntima y silenciosa. A la luz de esas frases, a duras penas me da la razón por dónde empezar, pero, ¿Cómo reducir a ideas el pensamiento incrustado en tan magno legado de obras; de una poesía pura, en donde las palabras se adelgazan y el sentimiento aflora y hace rodar bajo el infinito la memoria de tan ilustre carmelitano?.
Qué decir del Dr. Carlos Jiménez Gómez, ante todo un colombiano auténtico de formación humanista; como él no hay otro igual, un jurista y académico, un ser consagrado a las letras, un servidor público de intachable conducta de principios inalienables, de inclinada y entrañable cariño por la tierra que le vio nacer; es un privilegio y gran honor para los habitantes de El Carmen de Viboral, tener la cuna de tan alta efigie; como nadie, un ciudadano que no cabía en su estatura, por su disciplina férrea y voluntad ciclópea.
El ejercicio de la abogacía lo alterno muy tempranamente escribiendo libros con ensayos sicológicos y políticos, poesía y teatro que lo ubican entre los autores más polifacéticos del país; sus libros transmiten un especial interés para quienes los leen, por el valor filosófico, político, poético y por lo reflexivo sobre los problemas sociopolíticos, culturales, de violencia en los que se encuentra inmerso el país; considero que para las nuevas generaciones su lectura y estudio pueden ser un horizonte de comprensión y ayuda para transformación social y cultural de Colombia… Es que su obra, despierta el ansía por la reivindicación de los derechos que le corresponden a cada colombiano; salta la postura visionaria en ver un país mejor; además, una ansiedad desmedida por saber más de sus testimonios plasmados en las memorias que escribió durante el periodo en que se desempeñó como Procurador General de la Nación entre los años 1982-1986; y otras inclusive después de haber dejado su cargo.
Su gestión al frente de la Procuraduría General de la Nación, la destaco como la mejor de los últimos tiempos, dada la independencia y rigor en materia disciplinaria con la que la lideró y su visión crítica frente al establecimiento, a más de enrutarla como una Procuraduría ciudadana y de opinión.
Cultor y difusor de la poesía, su magnífica Gran Antología Poética es una de sus obras más recientes, y que tengo la fortuna de poseer y ser autografiada, gracias a su sobrino, el también destacado jurista Dr. Fernando Álvarez Jiménez, en el lanzamiento y presentación de la obra expresó el poeta: “Quiero compartir con ustedes el gran placer que fue para mí la preparación de esta “Gran Antología Poética, esta labor de comunicación intensa y permanente con la poesía como compañera y maestra de la vida, me volvió a llevar a la conclusión de que el hombre y la cultura tienen en ella un ingrediente esencial que se ha venido perdiendo entre nosotros y que debemos tratar de restituir a nuestro ir y venir de cada día”, Así mismo, escribió el periodista Orlando Cadavid, en un artículo publicado en EJE 21, el 12 de septiembre de 2018: “…como lo había dicho Thoreau, el poema de la creación es perenne, pero pocos son los oídos que lo escuchan”.
Mi gratitud eterna por haberme dado la oportunidad de acompañarlo durante su administración 1982-1986, llevado a la Entidad de la mano de un ilustre y destacado funcionario como lo fue el Dr. Hernando Zuluaga Castaño, también para él mi gratitud infinita: Me quedo en la memoria con un aparte de una conferencia que dictó el jurista en la ciudad de Medellín: “Cuando el perfil de un hombre se dibuja sobre el horizonte, así sea momentáneamente la silueta de su país la encarna, hay que revelar sus rasgos ante la comunidad, y no fundamentalmente para enzarzarlo sino para que su ademán no se pierda y para que la cátedra de su comportamiento no ruede a vacío”.
Tito Abad Velásquez Giraldo